martes, 14 de agosto de 2007

Alicia Garcés - San Juan


Entonces, ellos decidieron concederle un instrumento maravilloso. Servía para reparar y embellecer, dos funciones asombrosas.

Y, en caso de necesidad y con algún forcejeo, podía servir también para desangrarse oportunamente o vaciarse un ojo.

Pero no supo ver lo que tenía entre las manos y prefirió vivir entre cosas toscas y gastadas y morirse de pura vejez.


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